Capítulo I
Introducción: El gigante y la vaca.
Las investigaciones sobre el origen del Universo han estado envueltas durante muchos años en una aureola de mala reputación. Esto era debido a que durante la mayor parte de la historia de la física y la astronomía modernas no hubo fundamentos adecuados, de observación y teóricos, sobre los cuales construir una historia del Universo primitiva.
En la década actual todo a cambiado. Se ha difundido la aceptación de la teoría sobre el Universo primitivo que los astrónomos suelen llamar "el modelo corriente". Según este modelo, en el comienzo hubo una gran expansión. Al cabo de una centésima de segundo aproximadamente la temperatura del Universo fue de unos 11 mil millones de grados centígrados. Las partículas más abundantes en este momento en el Universo eran: lo electrones, los positrones, fotones y diversas clases de neutrinos.
A medida que la explosión continuo, la temperatura fue descendiendo y la materia siguió separándose y se volvió cada vez más fría y menos densa.
Mucho más tarde, se hizo suficientemente fría como para que los electrones se unieran a los núcleos para formar átomos de hidrógeno y de helio. El gas resultante, bajo la influencia de la gravitación, comenzó a formar agrupamientos que finalmente se condensarían para formar las galaxias y las estrellas del Universo actual.
Otra teoría alternativa a esta y que parece filisóficamente mucho más atractiva es el llamado modelo del estado estable, el cual dice que el Universo a sido siempre más o menos a como es ahora. A medida que se expande, continuamente se crea nueva materia que llena los vacíos entre las galaxias.
viernes, 16 de noviembre de 2012
miércoles, 14 de noviembre de 2012
El universo en la ciencia grecomedieval.
Desde
la antigüedad griega hasta finales de la edad media, los filósofos
insatisfechos con mitos utilizaban la razón para interpretar
la naturaleza, y así construye una gran teoría científica que explica la
realidad.
El universo: Aristóteles dice que el universo es finito en el espacio, tiene un orden, permanece estable y está lleno de materia (no existe el vacío).
viernes, 9 de noviembre de 2012
Biografías de científicos/filósofos.
Johannes Kepler
(Würtemburg,
actual Alemania, 1571-Ratisbona, id., 1630) Astrónomo, matemático y físico
alemán. Hijo de un mercenario –que sirvió por dinero en las huestes del duque
de Alba y desapareció en el exilio en 1589– y de una madre sospechosa de
practicar la brujería, Johannes Kepler superó las secuelas de una infancia
desgraciada y sórdida merced a su tenacidad e inteligencia.
Tras
estudiar en los seminarios de Adelberg y Maulbronn, Kepler ingresó en la
Universidad de Tubinga (1588), donde cursó los estudios de teología y fue
también discípulo del copernicano Michael Mästlin. En 1594, sin embargo,
interrumpió su carrera teológica al aceptar una plaza como profesor de
matemáticas en el seminario protestante de Graz.
Cuatro
años más tarde, unos meses después de contraer un matrimonio de conveniencia,
el edicto del archiduque Fernando contra los maestros protestantes le obligó a
abandonar Austria y en 1600 se trasladó a Praga invitado por Tycho Brahe.
Cuando éste murió repentinamente al año siguiente, Kepler lo sustituyó como
matemático imperial de Rodolfo II, con el encargo de acabar las tablas
astronómicas iniciadas por Brahe y en calidad de consejero astrológico, función
a la que recurrió con frecuencia para ganarse la vida.
En 1611 fallecieron su esposa y uno de sus tres hijos; poco tiempo
después, tras el óbito del emperador y la subida al trono de su hermano Matías,
fue nombrado profesor de matemáticas en Linz. Allí residió Kepler hasta que, en
1626, las dificultades económicas y el clima de inestabilidad originado por la
guerra de los Treinta Años lo llevaron a Ulm, donde supervisó la impresión de
las Tablas rudolfinas,
iniciadas por Brahe y completadas en 1624 por él mismo utilizando las leyes
relativas a los movimientos planetarios que aquél estableció.
En 1628 pasó al servicio de A. von Wallenstein, en Sagan
(Silesia), quien le prometió, en vano, resarcirle de la deuda contraída con él
por la Corona a lo largo de los años. Un mes antes de morir, víctima de la
fiebre, Kepler había abandonado Silesia en busca de un nuevo empleo.
La
primera etapa en la obra de Kepler, desarrollada durante sus años en Graz, se
centró en los problemas relacionados con las órbitas planetarias, así como en
las velocidades variables con que los planetas las recorren, para lo que partió
de la concepción pitagórica según la cual el mundo se rige en base a una
armonía preestablecida. Tras intentar una solución aritmética de la cuestión,
creyó encontrar una respuesta geométrica relacionando los intervalos entre las
órbitas de los seis planetas entonces conocidos con los cinco sólidos
regulares. Juzgó haber resuelto así un «misterio cosmográfico» que expuso en su
primera obra, Mysterium
cosmographicum (El misterio
cosmográfico, 1596), de la que envió un ejemplar a Brahe y otro a Galileo, con
el cual mantuvo una esporádica relación epistolar y a quien se unió en la
defensa de la causa copernicana.
Durante el tiempo que permaneció en Praga, Kepler realizó una
notable labor en el campo de la óptica: enunció una primera aproximación
satisfactoria de la ley de la refracción, distinguió por vez primera claramente
entre los problemas físicos de la visión y sus aspectos fisiológicos, y analizó
el aspecto geométrico de diversos sistemas ópticos.
Pero el trabajo más importante de Kepler fue la revisión de los
esquemas cosmológicos conocidos a partir de la gran cantidad de observaciones
acumuladas por Brahe (en especial, las relativas a Marte), labor que desembocó
en la publicación, en 1609, de la Astronomia
nova (Nueva astronomía), la
obra que contenía las dos primeras leyes llamadas de Kepler, relativas a la
elipticidad de las órbitas y a la igualdad de las áreas barridas, en tiempos
iguales, por los radios vectores que unen los planetas con el Sol.
Culminó su obra durante su estancia en Linz, en donde enunció la
tercera de sus leyes, que relaciona numéricamente los períodos de revolución de
los planetas con sus distancias medias al Sol; la publicó en 1619 en Harmonices mundi (Sobre la armonía del mundo), como una
más de las armonías de la naturaleza, cuyo secreto creyó haber conseguido
desvelar merced a una peculiar síntesis entre la astronomía, la música y la
geometría.
Nicolás Copérnico
(Torun,
actual Polonia, 1473-Frauenburg, id., 1543) Astrónomo polaco. Nacido en el seno
de una rica familia de comerciantes, Nicolás Copérnico quedó huérfano a los
diez años y se hizo cargo de él su tío materno, canónigo de la catedral de
Frauenburg y luego obispo de Warmia.
En
1491 Copérnico ingresó en la Universidad de Cracovia, siguiendo las
indicaciones de su tío y tutor. En 1496 pasó a Italia para completar su
formación en Bolonia, donde cursó derecho canónico y recibió la influencia del
humanismo italiano; el estudio de los clásicos, revivido por este movimiento
cultural, resultó más tarde decisivo en la elaboración de la obra astronómica
de Copérnico.
No hay
constancia, sin embargo, de que por entonces se sintiera especialmente
interesado por la astronomía; de hecho, tras estudiar medicina en Padua,
Nicolás Copérnico se doctoró en derecho canónico por la Universidad de Ferrara
en 1503. Ese mismo año regresó a su país, donde se le había concedido entre
tanto una canonjía por influencia de su tío, y se incorporó a la corte
episcopal de éste en el castillo de Lidzbark, en calidad de su consejero de
confianza.
Fallecido el obispo en 1512, Copérnico fijó su residencia en
Frauenburg y se dedicó a la administración de los bienes del cabildo durante el
resto de sus días; mantuvo siempre el empleo eclesiástico de canónigo, pero sin
recibir las órdenes sagradas. Se interesó por la teoría económica, ocupándose
en particular de la reforma monetaria, tema sobre el que publicó un tratado en
1528. Practicó así mismo la medicina, y cultivó sus intereses humanistas.
Hacia 1507, Copérnico elaboró su primera exposición de un sistema
astronómico heliocéntrico en el cual la Tierra orbitaba en torno al Sol, en
oposición con el tradicional sistema tolemaico, en el que los movimientos de
todos los cuerpos celestes tenían como centro nuestro planeta. Una serie
limitada de copias manuscritas del esquema circuló entre los estudiosos de la
astronomía, y a raíz de ello Copérnico empezó a ser considerado como un
astrónomo notable; con todo, sus investigaciones se basaron principalmente en
el estudio de los textos y de los datos establecidos por sus predecesores, ya
que apenas superan el medio centenar las observaciones de que se tiene
constancia que realizó a lo largo de su vida.
En 1513
Copérnico fue invitado a participar en la reforma del calendario juliano, y en
1533 sus enseñanzas fueron expuestas al papa Clemente VII por su secretario; en
1536, el cardenal Schönberg escribió a Copérnico desde Roma urgiéndole a que
hiciera públicos sus descubrimientos. Por entonces, él ya había completado la
redacción de su gran obra,Sobre
las revoluciones de los orbes celestes, un tratado astronómico que
defendía la hipótesis heliocéntrica.
El texto se articulaba de acuerdo con el modelo formal del
Almagesto de Tolomeo, del que conservó la idea tradicional de un universo
finito y esférico, así como el principio de que los movimientos circulares eran
los únicos adecuados a la naturaleza de los cuerpos celestes; pero contenía una
serie de tesis que entraban en contradicción con la antigua concepción del
universo, cuyo centro, para Copérnico, dejaba de ser coincidente con el de la
Tierra, así como tampoco existía, en su sistema, un único centro común a todos
los movimientos celestes.
Giordano Bruno
(Felipe
Bruno, más conocido por su nombre religioso, Giordano; Nola, 1548 - Roma, 1600)
Filósofo italiano. Es uno de los personajes más trágicos de la historia de
Italia, donde, por espacio de dos siglos, o sea hasta el
"Risorgimento", quedó relegado, aun cuando sólo en apariencia, al
olvido.
A
los catorce años fue enviado a Nápoles a estudiar, y en 1565 ingresó como
novicio en el convento de Santo Domingo; ordenado sacerdote en 1572, se doctoró
en teología en 1575. En los cenobios, donde permaneció hasta los veintiocho
años, se interesó con pasión en problemas de exégesis bíblica, y, sobre todo,
en la posibilidad de concordar la teología cristiana con el emanatismo
neoplatónico. En este aspecto consideró a las tres "personas" de la
Trinidad como otros tantos atributos (poder, sabiduría y amor) del único Dios.
Dios, en calidad de Mente, se halla sobre la naturaleza; en cuanto intelecto,
Dios es sembrador en la naturaleza; y, en cuanto Espíritu, Dios es la misma
alma universal.
Huido de
Nápoles a causa de un proceso de herejía incoado contra él, y de Roma por temor
a verse acusado de un asesinato en el que ninguna culpabilidad tenía, llegó
primeramente a Liguria; luego estuvo en Turín, después en Venecia, donde
publicó su primer libro, actualmente perdido, y, sucesivamente, en Bérgamo,
Saboya y Ginebra. Acogido en esta ciudad por un adepto napolitano del
calvinismo e inscrito en la universidad y la iglesia de esta secta, se rebeló
muy pronto contra sus maestros, y fue privado de la Santa Cena.
Al cabo de poco tiempo se dirigió a Francia; aquí desempeñó una
cátedra en Toulouse durante dos años, y luego se trasladó a París, donde
ofreció al rey Enrique III De
las sombras de las ideas, uno de los textos de mnemotécnica que Giordano
Bruno hizo imprimir en la capital francesa durante su primera estancia en la
ciudad. Profesor extraordinario en París, la indocilidad de los estudiantes le
indujo a seguir a Inglaterra al embajador de Francia en la corte de Isabel.
Los dos años y medio pasados entre Oxford y Londres se cuentan
entre los más importantes de su vida, por cuanto entonces compuso y publicó las
dos trilogías de los Diálogos
italianos. Lo mismo que había sido también El Candelero, obra aparecida
anteriormente en París, La
Cena del Miércoles de Cenizaresulta aún casi una comedia, y describe una
cena celebrada en la casa de un gentilhombre londinense la noche del Miércoles
de Ceniza. De la causa,
principio y uno, hoy la obra más leída de Giordano Bruno, trata de fundar
la nueva "filosofía nolana" proponiendo el concepto de una materia
viviente que se da ella misma infinitas formas abandonadas luego
paulatinamente. Del infinito
universo y mundos critica la
física y la cosmología aristotélicas, que sustituye por una idea del universo
infinito en su extensión y el número de mundos (los astros) que lo integran.
La segunda trilogía, la Expulsión
de la bestia triunfante, es una comedia mitológica en la que los dioses
resuelven hacer penitencia, ahuyentan del cielo a osas y escorpiones y los
reemplazan por los signos de las virtudes. En La
cábala del caballo Pegaseo y del asno Cilémicose da una sátira de la
"santa asnalidad", o sea de la humildad y la sencillez recomendadas
por el cristianismo. Los Heroicos
furoresexaltan, en verso y prosa, el amor de la inteligencia para el objeto
divino, que es la verdad.
Al
regresar a Francia, Giordano Bruno empezó a exponer y a criticar las obras de
Aristóteles. Nuevos "tumultos" de estudiantes le llevaron a Alemania,
donde publicó los tres poemas latinos compuestos mientras tanto y que integran
el segundo grupo de sus textos más ilustres. Del
mínimopropone el concepto del mínimo físico, el átomo, y del matemático, el
punto, entendido cual la esfera más pequeña posible, De la mónada, que resulta hasta
cierto punto similar a los escritos mágicos del autor, muestra la conversión de
la unidad en dualidad y sus posteriores complicaciones que dan lugar a la
tríada, la tétrada, etc., hasta llegar a la década. De lo inmenso y de los innumerablesreanuda
el tema que se halla en Del
infinito con una nueva
conciencia de los progresos contemporáneos de la astronomía, campo en el cual
destacaba Tycho Brahe.
Invitado por Juan Mocenigo, quien quería aprender de él la
mnemotécnica y quizá también la magia, Giordano Bruno marchó a Venecia; pero
aquél, no satisfecho de la enseñanza y molestado por los discursos heréticos de
su huésped, le denunció al Santo Oficio. Conseguida por la Inquisición romana
la extradición, Giordano Bruno fue encarcelado, interrogado por los
inquisidores y, finalmente, condenado a una muerte cruel.
Se ha considerado a Giordano Bruno símbolo del pensamiento libre
rebelado frente al dogma religioso: vuelve alegremente al naturalismo antiguo
"renacido" en los nuevos tiempos, sostiene sus opiniones en todos los
países de Europa y ante los poderosos y doctos y, finalmente, después de ocho
años de cárcel, prefiere la muerte a la retractación. Bajo este aspecto,
aparece como héroe sublime de una humanidad resuelta a reivindicar y defender a
costa de la vida el derecho a pensar de acuerdo con una razón autónoma y
meramente filosófica.
En honor a la verdad, sin embargo, debe tenerse en cuenta que Giordano
Bruno se ordenó, según él mismo dijo a la Inquisición véneta, cuando ya su
mente estaba invadida por muchas dudas acerca de los máximos dogmas (Trinidad y
Encarnación) y se veía inclinada a una interpretación racionalista y
naturalista de ellos; que nunca fue perseguido en los países católicos
transalpinos por haber huido de un convento ni por sus ideas; y que al regresar
a Italia proclamaba abiertamente no haber de temer nada de la Inquisición y
estar resuelto a volver al "gremio de la Iglesia católica". Los
debates acerca de esta figura se hallan muy lejos de tocar a su fin; de todas
formas, nadie puede discutir el valor del entusiasmo mental con que Giordano
Bruno cantó como divina la infinita fecundidad de formas de la naturaleza.
Galileo Galilei
Galileo Galilei
nació en Pisa el 15 de febrero de 1564. Lo poco que, a través de algunas
cartas, se conoce de su madre, Giulia Ammannati di Pescia, no compone de ella
una figura demasiado halagüeña. Su padre, Vincenzo Galilei, era florentino y
procedía de una familia que tiempo atrás había sido ilustre; músico de
vocación, las dificultades económicas lo habían obligado a dedicarse al
comercio, profesión que lo llevó a instalarse en Pisa. Hombre de amplia cultura
humanista, fue un intérprete consumado y un compositor y teórico de la música,
cuyas obras sobre el tema gozaron de una cierta fama en la época. De él hubo de
heredar Galileo no sólo el gusto por la música (tocaba el laúd), sino también
el carácter independiente y el espíritu combativo, y hasta puede que el
desprecio por la confianza ciega en la autoridad y el gusto por combinar la
teoría con la práctica. Galileo fue el primogénito de siete hermanos de los que
tres (Virginia, Michelangelo y Livia) hubieron de contribuir, con el tiempo, a
incrementar sus problemas económicos. En 1574 la familia se trasladó a
Florencia y Galileo fue enviado un tiempo al monasterio de Santa Maria di
Vallombrosa, como alumno o quizá como novicio.
En 1581 Galileo
ingresó en la Universidad de Pisa, donde se matriculó como estudiante de
medicina por voluntad de su padre. Cuatro años más tarde, sin embargo, abandonó
la universidad sin haber obtenido ningún título, aunque con un buen
conocimiento de Aristóteles. Entretanto, se había producido un hecho
determinante en su vida: su iniciación en las matemáticas, al margen de sus
estudios universitarios, y la consiguiente pérdida de interés por su carrera
como médico. De vuelta en Florencia en 1585, Galileo pasó unos años dedicado al
estudio de las matemáticas, aunque interesado también por la filosofía y la
literatura (en la que mostraba sus preferencias por Ariosto frente a Tasso); de
esa época data su primer trabajo sobre el baricentro de los cuerpos -que luego
recuperaría, en 1638, como apéndice de la que habría de ser su obra científica
principal- y la invención de una balanza hidrostática para la determinación de
pesos específicos, dos contribuciones situadas en la línea de Arquímedes, a
quien Galileo no dudaría en calificar de «sobrehumano».
Tras dar algunas clases particulares de matemáticas en Florencia y en Siena,
trató de obtener un empleo regular en las universidades de Bolonia, Padua y en
la propia Florencia. En 1589 consiguió por fin una plaza en el Estudio de Pisa,
donde su descontento por el paupérrimo sueldo percibido no pudo menos que
ponerse de manifiesto en un poema satírico contra la vestimenta académica. En
Pisa compuso Galileo un texto sobre el movimiento, que mantuvo inédito, en el
cual, dentro aún del marco de la mecánica medieval, criticó las explicaciones
aristotélicas de la caída de los cuerpos y del movimiento de los proyectiles;
en continuidad con esa crítica, una cierta tradición historiográfica ha forjado
la anécdota (hoy generalmente considerada como inverosímil) de Galileo
refutando materialmente a Aristóteles mediante el procedimiento de lanzar
distintos pesos desde lo alto del Campanile, ante las miradas contrariadas de
los peripatéticos...
En 1591 la muerte de su padre significó para Galileo la obligación
de responsabilizarse de su familia y atender a la dote de su hermana Virginia.
Comenzaron así una serie de dificultades económicas que no harían más que
agravarse en los años siguientes; en 1601 hubo de proveer a la dote de su
hermana Livia sin la colaboración de su hermano Michelangelo, quien había
marchado a Polonia con dinero que Galileo le había prestado y que nunca le
devolvió (por el contrario, se estableció más tarde en Alemania, gracias de
nuevo a la ayuda de su hermano, y envió luego a vivir con él a toda su
familia).
La necesidad de dinero en esa época se vio aumentada por el
nacimiento de los tres hijos del propio Galileo: Virginia (1600), Livia (1601)
y Vincenzo (1606), habidos de su unión con Marina Gamba, que duró de 1599 a
1610 y con quien no llegó a casarse. Todo ello hizo insuficiente la pequeña
mejora conseguida por Galileo en su remuneración al ser elegido, en 1592, para
la cátedra de matemáticas de la Universidad de Padua por las autoridades venecianas
que la regentaban. Hubo de recurrir a las clases particulares, a los anticipos
e, incluso, a los préstamos. Pese a todo, la estancia de Galileo en Padua, que
se prolongó hasta 1610, constituyó el período más creativo, intenso y hasta
feliz de su vida.
En Padua tuvo ocasión Galileo de ocuparse de cuestiones técnicas
como la arquitectura militar, la castrametación, la topografía y otros temas
afines de los que trató en sus clases particulares. De entonces datan también
diversas invenciones, como la de una máquina para elevar agua, un termoscopio y
un procedimiento mecánico de cálculo que expuso en su primera obra impresa: Le operazioni del compasso
geometrico e militare, 1606. Diseñado en un principio para resolver un
problema práctico de artillería, el instrumento no tardó en ser perfeccionado
por Galileo, que amplió su uso en la solución de muchos otros problemas. La
utilidad del dispositivo, en un momento en que no se habían introducido todavía
los logaritmos, le permitió obtener algunos ingresos mediante su fabricación y
comercialización.
En 1602 Galileo reemprendió sus estudios sobre el movimiento,
ocupándose del isocronismo del péndulo y del desplazamiento a lo largo de un
plano inclinado, con el objeto de establecer cuál era la ley de caída de los
graves. Fue entonces, y hasta 1609, cuando desarrolló las ideas que treinta
años más tarde, constituirían el núcleo de susDiscorsi
En julio
de 1609, de visita en Venecia (para solicitar un aumento de sueldo), Galileo
tuvo noticia de un nuevo instrumento óptico que un holandés había presentado al
príncipe Mauricio de Nassau; se trataba del anteojo, cuya importancia práctica
captó Galileo inmediatamente, dedicando sus esfuerzos a mejorarlo hasta hacer
de él un verdadero telescopio. Aunque declaró haber conseguido perfeccionar el
aparato merced a consideraciones teóricas sobre los principios ópticos que eran
su fundamento, lo más probable es que lo hiciera mediante sucesivas tentativas
prácticas que, a lo sumo, se apoyaron en algunos razonamientos muy sumarios.
Sea como
fuere, su mérito innegable residió en que fue el primero que acertó en extraer
del aparato un provecho científico decisivo. En efecto, entre diciembre de 1609
y enero de 1610 Galileo realizó con su telescopio las primeras observaciones de
la Luna, interpretando lo que veía como prueba de la existencia en nuestro
satélite de montañas y cráteres que demostraban su comunidad de naturaleza con
la Tierra; las tesis aristotélicas tradicionales acerca de la perfección del mundo
celeste, que exigían la completa esfericidad de los astros, quedaban puestas en
entredicho. El descubrimiento de cuatro satélites de Júpiter contradecía, por
su parte, el principio de que la Tierra tuviera que ser el centro de todos los
movimientos que se produjeran en el cielo. En cuanto al hecho de que Venus
presentara fases semejantes a las lunares, que Galileo observó a finales de
1610, le pareció que aportaba una confirmación empírica al sistema
heliocéntrico de Copérnico, ya que éste, y no el de Tolomeo, estaba en
condiciones de proporcionar una explicación para el fenómeno.
Ansioso de dar a conocer sus descubrimientos, Galileo redactó a
toda prisa un breve texto que se publicó en marzo de 1610 y que no tardó en
hacerle famoso en toda Europa: el Sidereus
Nuncius, el 'mensajero sideral' o 'mensajero de los astros', aunque el
título permite también la traducción de 'mensaje', que es el sentido que
Galileo, años más tarde, dijo haber tenido en mente cuando se le criticó la
arrogancia de atribuirse la condición de embajador celestial.
El libro estaba dedicado al gran duque de Toscana Cósimo II de
Médicis y, en su honor los satélites de Júpiter recibían allí el nombre de
«planetas Medíceos». Con ello se aseguró Galileo su nombramiento como
matemático y filósofo de la corte toscana y la posibilidad de regresar a
Florencia, por la que venía luchando desde hacía ya varios años. El empleo
incluía una cátedra honoraria en Pisa, sin obligaciones docentes, con lo que se
cumplía una esperanza largamente abrigada y que le hizo preferir un monarca
absoluto a una república como la veneciana, ya que, como él mismo escribió, «es
imposible obtener ningún pago de una república, por espléndida y generosa que
pueda ser, que no comporte alguna obligación; ya que, para conseguir algo de lo
público, hay que satisfacer al público».
El 1611
un jesuita alemán, Christof Scheiner, había observado las manchas solares
publicando bajo seudónimo un libro acerca de las mismas. Por las mismas fechas
Galileo, que ya las había observado con anterioridad, las hizo ver a diversos
personajes durante su estancia en Roma, con ocasión de un viaje que se calificó
de triunfal y que sirvió, entre otras cosas, para que Federico Cesi le hiciera
miembro de la Accademia dei Lincei que él mismo había fundado en 1603 y que fue
la primera sociedad científica de una importancia perdurable.
Bajo sus auspicios se publicó en 1613 la Istoria e dimostrazione interno
alle macchie solari, donde Galileo salía al paso de la interpretación de
Scheiner, quien pretendía que las manchas eran un fenómeno extrasolar
(«estrellas» próximas al Sol, que se interponían entre éste y la Tierra). El
texto desencadenó una polémica acerca de la prioridad en el descubrimiento, que
se prolongó durante años e hizo del jesuita uno de los más encarnizados
enemigos de Galileo, lo cual no dejó de tener consecuencias en el proceso que
había de seguirle la Inquisición. Por lo demás, fue allí donde, por primera y
única vez, Galileo dio a la imprenta una prueba inequívoca de su adhesión a la
astronomía copernicana, que ya había comunicado en una carta a Kepler en 1597.
Ante los ataques de sus adversarios académicos y las primeras
muestras de que sus opiniones podían tener consecuencias conflictivas con la
autoridad eclesiástica, la postura adoptada por Galileo fue la de defender (en
una carta dirigida a mediados de 1615 a Cristina de Lorena) que, aun admitiendo
que no podía existir contradicción ninguna entre las Sagradas Escrituras y la
ciencia, era preciso establecer la absoluta independencia entre la fe católica
y los hechos científicos. Ahora bien, como hizo notar el cardenal Bellarmino,
no podía decirse que se dispusiera de una prueba científica concluyente en
favor del movimiento de la Tierra, el cual, por otra parte, estaba en
contradicción con las enseñanzas bíblicas; en consecuencia, no cabía sino
entender el sistema copernicano como hipotético. En este sentido, el Santo
Oficio condenó el 23 de febrero de 1616 al sistema copernicano como «falso y
opuesto a las Sagradas Escrituras», y Galileo recibió la admonición de no
enseñar públicamente las teorías de Copérnico.
Galileo,
conocedor de que no poseía la prueba que Bellarmino reclamaba, por más que sus
descubrimientos astronómicos no le dejaran lugar a dudas sobre la verdad del
copernicanismo, se refugió durante unos años en Florencia en el cálculo de unas
tablas de los movimientos de los satélites de Júpiter, con el objeto de
establecer un nuevo método para el cálculo de las longitudes en alta mar,
método que trató en vano de vender al gobierno español y al holandés.
En 1618 se vio envuelto en una nueva polémica con otro jesuita,
Orazio Grassi, a propósito de la naturaleza de los cometas, que dio como
resultado un texto, Il
Saggiatore(1623), rico en reflexiones acerca de la naturaleza de la ciencia
y el método científico, que contiene su famosa idea de que «el Libro de la
Naturaleza está escrito en lenguaje matemático». La obra, editada por la
Accademia dei Lincei, venía dedicada por ésta al nuevo papa Urbano VIII, es
decir, el cardenal Maffeo Barberini, cuya elección como pontífice llenó de
júbilo al mundo culto en general y, en particular, a Galileo, a quien el
cardenal había ya mostrado su afecto.
La nueva situación animó a Galileo a redactar la gran obra de
exposición de la cosmología copernicana que ya había anunciado en 1610: el Dialogo sopra i due massimi sistemi
del mondo, tolemaico e copernicano; en ella, los puntos de vista
aristotélicos defendidos por Simplicio se confrontaban con los de la nueva
astronomía abogados por Salviati, en forma de diálogo moderado por la bona mens de Sagredo. Aunque la obra fracasó en
su intento de estar a la altura de las exigencias expresadas por Bellarmino, ya
que aportaba, como prueba del movimiento de la Tierra, una explicación falsa de
las mareas, la inferioridad de Simplicio ante Salviati era tan manifiesta que
el Santo Oficio no dudó en abrirle un proceso a Galileo, pese a que éste había
conseguido un imprimatur para publicar el libro en 1632.
Iniciado el 12 de abril de 1633, el proceso terminó con la condena a prisión
perpetua, pese a la renuncia de Galileo a defenderse y a su retractación
formal. La pena fue suavizada al permitírsele que la cumpliera en su quinta de
Arcetri, cercana al convento donde en 1616 y con el nombre de sor Maria Celeste
había ingresado su hija más querida, Virginia, que falleció en 1634.
En su retiro, donde a la aflicción moral se sumaron las del
artritismo y la ceguera, Galileo consiguió completar la última y más importante
de sus obras: los Discorsi e
dimostrazioni matematiche intorno à due nueve scienze, publicado en Leiden
por Luis Elzevir en 1638. En ella, partiendo de la discusión sobre la
estructura y la resistencia de los materiales, Galileo sentó las bases físicas
y matemáticas para un análisis del movimiento, que le permitió demostrar las
leyes de caída de los graves en el vacío y elaborar una teoría completa del
disparo de proyectiles. La obra estaba destinada a convertirse en la piedra
angular de la ciencia de la mecánica construida por los científicos de la
siguiente generación, con Newton a la cabeza.
En la madrugada del 8 al 9 de enero de 1642, Galileo falleció en
Arcetri confortado por dos de sus discípulos, Vincenzo Viviani y Evangelista
Torricelli, a los cuales se les había permitido convivir con él los últimos
años.
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